Vaya sorpresa que se dieron los partidos políticos la noche electoral, y quizás no tanto los ciudadanos, aunque nos hubiéramos dejado llevar por las tendencias manifestadas por las encuestas y magnificadas por los medios de comunicación. Estábamos cansados de nuestra clase política: el centro derecha y la izquierda no supieron, o quisieron, resolver el puzle del 20D, los nacionalistas seguían a lo suyo y el PP envuelto en la corrupción y la inacción; mientras tanto el panorama económico nacional seguía intentando salir de la UCI, la economía mundial con signos de parálisis, Europa sin pulso para hacer frente solidariamente a la crisis económica y de los refugiados, y como traca final, y manifestación de todos estos problemas, el BREXIT.

Frente a este panorama era de esperar algo lógico y que se reflejaba en las conversaciones privadas: una mayor abstención por desánimo y una búsqueda de seguridad para asegurar la gobernabilidad y no aumentar las incertidumbres. Ambos fenómenos afectaban claramente más a las posiciones ideológicas de la izquierda que a las de la derecha. El PP supo introducir el mensaje del miedo y la seguridad, Ciudadanos y el PSOE sin proyecto claro y sin saber defender sus esfuerzos para la gobernabilidad después del 20D. En tanto, la nueva coalición, Unidos-Podemos, con la única meta del sorpasso y el abrazo del oso al PSOE.
La abstención creció en 1155 miles de votantes, de los cuales 962 mil correspondieron a los partidos que han obtenido escaños parlamentarios.
Elaboración propia
Elaboración propia
El PP aumentó un 9,6%, junto con ERC con un 5,0%, respecto a los votos recibidos el 20D, mientras los demás partidos cosecharon peores resultados. El PSOE salvó relativamente los muebles con una pérdida del 1,9% de sus votantes anteriores mientras que Ciudadanos (-10,8%), Convergencia Democrática de Catalunya (-14,8%), BILDU (-15,7%) y Unidos-Podemos (-17,4%) recibieron los mayores castigos de los votantes.
Causó sorpresa especialmente, frente a los augurios de los medios y las encuestas, el fuerte retroceso de Unidos-Podemos frente al sumatorio conjunto de Podemos y IU logrados el 20D: 1063 miles de votantes retiraron su apoyo a la coalición. Tras la sorpresa inicial, rápidamente se intentó buscar las causas y los responsables, lanzándose la hipótesis de que la coalición de Unidos-Podemos no contó con el apoyo de muchos antiguos votantes de IU.
Sugerente hipótesis puede apoyarse en la comparación de la pérdida de votos de Unidos-Podemos el 26J con los votos de IU el 20D en las 15 Comunidades Autónomas (todas menos Catalunya y Galicia), más Ceuta y Melilla, en las que se presentó en aquella ocasión esta formación independientemente de Podemos y sus confluencias. Existe una alta correlación en los votos perdidos por Unidos-Podemos que matemáticamente, no realmente, se corresponden con el 95% de los votos obtenidos por IU el 20D.
Elaboración propia
Elaboración propia.
Pero sería un error achacar la poca sintonía de muchos votantes tradicionales de IU con los postulados y prácticas políticas de Unidos-Podemos y su correspondiente refugio en la abstención, como la única causa del descalabro de esta formación. Aparte de haber otros motivos, el voto que no ha ido a Unidos-Podemos tiene también una componente de desaire por parte de otros tantos que votaron a la formación morada el pasado 20D.
Al observar que ha existido un corrimiento general del voto del centro derecha, de las izquierdas y de los nacionalistas a favor de la derecha del PP, parece más lógica la hipótesis de que la abstención ha perjudicado a todos los partidos proporcionalmente a su distancia ideológica con la del PP; una hipótesis a la espera de confirmación por las encuestas postelectorales.
Las variaciones de los resultados electorales serían así fruto del diverso impacto de la abstención y los trasvases de votos entre partidos. La estimación que aquí se expone señala un fuerte castigo por la abstención, superior al 6% de sus antiguos votantes, a Unidos Podemos, ERC, BILDU y al conjunto de la izquierda. A cambio, el trasvase de votos habría favorecido claramente al PP a nivel estatal y a ERC en las circunscripciones de Cataluña, perjudicando claramente a Unidos-Podemos y a Ciudadanos, así como a Convergencia Democrática de Catalunya y a BILDU, en Cataluña y Euskadi respectivamente.
En el siguiente gráfico se señala, según esta apreciación, el conjunto del efecto de la abstención y del trasvase de votos entre partidos que han obtenido escaños parlamentarios.
Elaboración propia
Elaboración propia
Ante estos resultados electorales, fruto de un corrimiento del electorado hacia la abstención y la derecha, pero similares a los del 26D en la existencia de cuatro partidos importantes de carácter nacional y cinco pequeños grupos nacionalistas, vuelve la incertidumbre a la ciudadanía al desconfiar de que puedan encontrar un acuerdo de gobierno, al menos relativamente estable, que afronte los grandes problemas de España. El grave fracaso de la corta legislatura anterior pesa como una losa sobre los partidos y los ciudadanos y todos nos conjuramos para no tener que volver a unas terceras elecciones en un año.
Pero la realidad es muy cruda: el PP está solo y no concita confianza en ninguno de los ocho partidos con representación parlamentaria, el PSOE y Ciudadanos salieron muy debilitados de su esfuerzo por promover una coalición de gobierno y Unidos-Podemos está lamiéndose las heridas fruto de su versatilidad ideológica y volatilidad táctica.
Los intereses de cada partido están muy ligados a obtener la mayor cuota de poder actual o futura, y cada fuerza política utiliza la teoría de los juegos desde su interpretación de los distintos escenarios. Predecir la viabilidad y estabilidad de las coaliciones de gobierno no es tarea fácil al interactuar los intereses y posiciones ideológicas de los partidos que apoyen al gobierno y los que conformen la oposición, sobre los posibles acuerdos que obtengan la representatividad requerida.
En las anteriores elecciones se elaboró aquí un índice de viabilidad del pacto de gobierno, que tiene en cuenta la diferencia de votos a favor del mismo menos los que están en contra, dividiéndola por la diferencia de la posición ideológica ponderada de la coalición de gobierno y la de la oposición.
La posición ideológica de cada partido influye, más o menos decisivamente, en la formación de coaliciones de gobierno y oposición. Una manera de cuantificar la posición ideológica de las coaliciones es ponderar, en función del número de escaños que aportan las fuerzas que se coaligan y las que se oponen, la posición ideológica que los ciudadanos otorgan a las diferentes fuerzas políticas en los sondeos electorales del CIS (entre 1 para las posiciones de extrema izquierda y 10 las de extrema derecha).
Elaboración propia
Elaboración propia
La condición de viabilidad de la coalición de gobierno requiere que elíndice de viabilidad del pacto sea positivo, y la estabilidad de la misma aumenta  al crecer este índice. En las 10 legislaturas que se han sucedido desde la Transición, el valor más alto (28,3) se dio en 1982 con la victoria por mayoría absoluta del PSOE y el más bajo (3,2) en la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, en 2008, en la que el PSOE gobernó con pactos mayoritarios, pero que no alcanzaron la mayoría absoluta de la Cámara.
Predecir la viabilidad y estabilidad de las coaliciones de gobierno no es tarea fácil al interactuar los intereses y posiciones ideológicas de los partidos que apoyan al gobierno y los que forman la oposición, sobre los posibles acuerdos que obtengan la representatividad requerida.
Complica, hasta en algunos casos hacer imposible los pactos, la aparición de líneas rojas, reales o magnificadas, que fijan algunos partidos y que impiden ser traspasados por ellos o que las traspasen otros posibles aliados.

La corta legislatura surgida del 20D y la actual surgida han roto con el modo de conseguir mayorías estables de gobierno, introduciendo posibles alternativas de acuerdos que pueden requerir atravesar fronteras ideológicas clásicas de derecha e izquierda, o de posiciones nacionalistas (unionistas o separatistas), creando un puzle de complicada resolución. Se vio claramente en la votación de investidura de Pedro Sánchez (PSOE y Ciudadanos) que buscaba la abstención de Podemos o del PP y que únicamente obtuvo apoyo de 131 diputados y el rechazo de 219, y que contaba a priori con buenos índices de viabilidad del pacto de valores 15 y 18 respectivamente.

Elaboración propia
Elaboración propia

Siete  son las principales coaliciones que pueden desarrollarse en esta legislatura, en las que tres las lidera el PP y en las demás el PSOE es la fuerza de gobierno. De ellas 2 presuponen pactos transversales de izquierdas y derechas, 1 es monocolor de derechas, 2 incluirían a fuerzas de centro derecha e izquierdas  y 2 necesitan pactos de izquierdas con nacionalistas de derechas e izquierdas. La oposición sería en los tres primeros casos de izquierdas y en los otros de derechas.

De los 7 posibles pactos, 1 es inviable por no alcanzar más apoyos a favor que en contra (índice de viabilidad negativo), 3 son poco viables y otros 3 son viables. Las líneas rojas establecidas por todos los partidos en alguna o varias coaliciones posibles dificultarán posibles pactos de gobierno. Por tanto, estamos de nuevo ante un laberinto creado pasito a pasito por todos los partidos para inhabilitar cualquier solución.

Las tres posibles coaliciones más viables en función del índice de viabilidad del pacto deberán superar previamente las líneas rojas que impiden al PSOE participar en la gran coalición con el PP y Ciudadanos, o incluso su abstención en la segunda, y el intento fracasado en la anterior legislatura de coalición del PSOE y Ciudadanos con la abstención de Unidos-Podemos y la incompatibilidad entre las dos últimas formaciones.

La lógica de intereses de los partidos políticos hará imposible la gran coalición PP, PSOE y Ciudadanos, quedando como únicas salidas la del gobierno del PP y Ciudadanos con la abstención del PSOE, y fracasada ésta la de intentar repetir la investidura de Pedro Sánchez con Ciudadanos y Unidos-Podemos, pero con muy pocas esperanzas de prosperar. O ir a las terceras elecciones, con resultados mucho más inciertos, pero que quizás aumentarían la derechización de nuestros representantes.

Al igual que el 20D, las urnas del 26J, obligan a pactos. Deseemos hayan aprendido para impedir una tercera convocatoria electoral. 

Hasta aquí se interpreta el proceso de configuración de un nuevo gobierno para resolver los problemas de nuestra sociedad: salida de la crisis, reducción de las desigualdades, nuevo modelo de crecimiento económico, lucha contra la corrupción, fortalecimiento institucional y solución negociada al conflicto con Catalunya, buscando su integración, y las de todos los territorios, en una España inclusiva. Para llevar a cabo estas tareas es imprescindible actualizar y reformar la Constitución, que es tarea inexcusable para el acuerdo y acomodo de todos los partidos y territorios.

Jarrones de agua fría hemos lanzado los votantes sobre el conjunto de fuerzas políticas, aunque alguna crea que era de agua caliente. A ver si aprenden, por favor.


*Joan Corominas Massip. Ingeniero Agrónomo. Funcionario

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