HACIA EL MENSAJE ÚNICO

Cuando la todopoderosa y omnipresente Vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáez de Santamaría, utilizaba su comparecencia semanal tras el Consejo de Ministros para asustar a pensionistas y funcionarios con una amenaza de congelación salarial, también deslizó un mensaje que pasó mucho más desapercibido.

La imposibilidad de iniciar la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado a causa del bloqueo que impide la elección de un Gobierno con plena capacidad supone, según la Vicepresidenta, que no se haya “podido publicar el plan de publicidad” en referencia al Plan Anual de Comunicación Institucional y Publicidad.

Se trata de un  mensaje para nada casual, que esconde entre líneas un aviso que sus destinatarios los responsables de los medios de comunicación, sabrán leer. Y por si no fuera así, lo completaba con una amenazadora sentencia: “alguien va a salir muy perjudicado”, ejemplo de discurso de quienes están sobrepasados por las circunstancias o, simplemente, tienen una frustrada inspiración camorrista, ajena a las técnicas legales que se emplean con rigor para la puesta en práctica de la técnica presupuestaria que permite modificar los presupuestos prorrogados.

Tal vez de manera desesperada, el Gobierno ahondaba públicamente en la presión a la que están sometiendo a todo aquel individuo o colectivo que piense que Mariano Rajoy no debe seguir al frente del Ejecutivo, o que no esté colaborando en ese objetivo.

Poco a poco, y cada vez de manera más descarada, la confabulación económica, mediática y social va avanzando en su objetivo de condicionar la percepción de la situación a la que estamos asistiendo. Desde políticos, presuntamente de izquierdas, que ante la emergencia nacional reclaman prácticamente un cheque en blanco para que el Partido Popular siga en La Moncloa, hasta medios de comunicación, etiquetados como progresistas, que han mutado en los últimos tiempos hacia posiciones centristas cuando no neoliberales.

En este distorsionado escenario comunicativo, lo que más está sorprendiendo y, por qué no decirlo, doliendo, es ver como algunos referentes históricos de la prensa progresista han emprendido una deriva irreversible para unirse al coro mediático que amplifica las “recomendaciones” de la derecha.

Llegados a este punto, en el que las diferencias se difuminan y las ideas se comparten, la ciudadanía en general y la de izquierdas en particular sufre otro golpe directo a sus derechos, en este caso al derecho a la información libre, objetiva y veraz.

El hasta ahora variado, aunque descompensado económicamente, pluralismo ideológico en los medios de comunicación se ha transformado en una práctica unanimidad que nos martillea en prensa, radio, televisión y hasta en medios digitales con el mismo discurso. Salvo honrosas excepciones, es agotador ver cómo se repiten constantemente las columnas, los editoriales y, vergonzosamente, hasta las portadas, buscando transmitir un mensaje único que alcance a toda la población.

En esta operación mediática, ha destacado negativamente el transformismo experimentado por el otrora intocable grupo PRISA. Debido a su dubitativa estrategia empresarial, ha acabado mecido por las manos del IBEX 35, que controlan su delicada salud financiera. Esta es la causa más probable de sus recientes operaciones de “suelta de lastre” incómodo, que han conllevado algunos despidos sorprendentes y varios artículos y editoriales adoctrinadores que avergüenzan incluso a los periodistas que forman parte de sus plantillas.

Esa obsesión por enmudecer o transformar todos los altavoces mediáticos en sumisos colaboradores para el bien común, nos están privando a los ciudadanos de nuestro derecho a recibir una información libre y plural, así como a los profesionales de su libertad para transmitirla conforme a su criterio y las reglas de la ética.

Por estos motivos, desde Foro 26J reclamamos a los medios de comunicación, que abanderen la actividad periodística propia de un Estado Democrático y de Derecho, transmitiendo la pluralidad enriquecedora de nuestra base social, y a los poderes económicos que cesen en su objetivo de lograr la cautividad completa de la prensa. De lo contrario obtendrán como resultado la pérdida de viabilidad y sentirán  en sus carnes cómo los lectores, oyentes y televidentes les abandonarán. La fidelidad se consigue con el tiempo, pero la ruptura se produce en un instante, y tal vez para siempre cuando se comprueba que lo que un día fue periodismo libre se convierte en periodismo de chequera.


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